Dicen que sólo muere quien es olvidado.
Y yo, La Catrina, he caminado siglos entre el perfume del cempasúchil y el murmullo de los rezos, viendo cómo los nombres se desvanecen en la bruma del tiempo.
Hoy regreso, como cada año, vestida de colores y nostalgia, para visitar los altares que ustedes levantan con tanto amor. Camino entre velas, panes y retratos, sonrío cuando encuentro una foto vieja, un juguete pequeño, una carta escrita con lágrimas. Cada ofrenda es un hilo que me ata al mundo de los vivos… y me recuerda que, a pesar del polvo y los años, aún hay corazones que no han aprendido a olvidar.
Pero también hay rincones vacíos. Mesas sin velas. Nombres que ya nadie pronuncia. Y ahí, en ese silencio, el frío me cala los huesos.
Las casas, los muros, los recuerdos… todos guardan grietas.
Son las cicatrices del tiempo, los lugares por donde se cuela el olvido.
Y, a veces, mientras camino entre ustedes, veo cómo de esas grietas brota una pequeña luz: el recuerdo de alguien que se niega a morir del todo.
¿Dónde quedaron esas voces que prometieron recordar?
¿Quién encenderá una luz por los que partieron sin dejar familia, por los niños que no volvieron, por las almas que nadie nombra?
El 30 y 31 de octubre, los altares se llenan de flores para ellos, los olvidados, los pequeños, los que esperan una vela que les devuelva el camino.
Si acaso me escuchas, pon una luz en tu ventana. No cuesta nada… y para nosotros, los que habitamos entre el viento y la memoria, una vela es el abrazo más cálido que existe.
Yo seguiré caminando, despacito, entre sus recuerdos.
Y cuando vea brillar tu ofrenda, sabré que aún hay esperanza,
porque el olvido, aunque frío, nunca vence al amor.
Y cuando el último pétalo de cempasúchil caiga,
cuando el incienso se disuelva en la madrugada,
volveré a mi reino de silencio,
con las manos llenas de nombres y de luz.
Si me recuerdas, sonreiré entre sombras.
Si me olvidas… sólo escucharás mi voz en el viento,
susurrando una última vez:
“Incluso el amor deja grietas…
pero son esas grietas las que dejan pasar la luz.
No me llores… recuérdame.” (La Catrina)
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