¿Cuál es el desafío de la crianza en la era digital?

La reciente muerte de Zemfira Mukhtarov de 12 años y Ebba Morina de 13 años en el metro de Nueva York ha sacudido a todo el internet. Las dos adolescentes fueron halladas sin vida tras presuntamente intentar grabar un reto viral de TikTok, conocido como “subway surfer”, que consiste en subirse o desplazarse sobre trenes en movimiento para obtener videos “impactantes” que puedan volverse virales.

No es la primera tragedia ligada a este tipo de desafíos digitales, pero sí una de las más conmovedoras. No solo por la corta edad de las víctimas, sino porque deja al descubierto una realidad incómoda: las redes sociales se han convertido en escenarios donde la validación adolescente se mide en vistas, likes y seguidores… y en ocasiones, el costo es la vida misma.

El “subway surfer” no es nuevo: ha sido tendencia entre adolescentes de diferentes países. En Nueva York, sin embargo, el caso de Zemfira y Ebba ha abierto un debate profundo sobre la responsabilidad compartida: plataformas, autoridades, escuelas, padres… y una cultura digital que aplaude la audacia sin medir el peligro.

En días recientes se difundieron videos grabados por las propias adolescentes, donde se les ve caminando por las vías, tomándose selfies cerca de puentes y simulando acciones peligrosas. Esas publicaciones, que ahora se viralizan con tristeza, muestran claramente sus intenciones: buscaban participar en un reto que prometía fama instantánea.

Los algoritmos de redes sociales están diseñados para premiar el contenido que genera interacción, y los retos extremos suelen hacerlo. Lo que para un adulto puede parecer un acto irracional, para un adolescente en formación puede significar una oportunidad de reconocimiento, de “ser parte de algo” o de destacar ante sus pares.

La administración estadounidense ha intentado imponer límites incluyendo restricciones de edad, pero las plataformas digitales siguen siendo espacios donde los menores navegan muchas veces sin acompañamiento real, y donde las tendencias se propagan más rápido que cualquier advertencia de seguridad.

La tragedia de Zemfira y Ebba también plantea una reflexión urgente: ¿qué papel deben asumir los padres en la vida digital de sus hijos?


Supervisar no significa controlar todo, pero sí implica estar presentes, generar confianza y establecer límites claros. Significa también educar en pensamiento crítico, enseñar a distinguir entre lo que se ve en pantalla y las consecuencias reales de cada acción.

No basta con instalar filtros o controlar horarios. Es necesario conversar abiertamente sobre los riesgos, validar las emociones que los adolescentes buscan satisfacer en línea y ofrecer alternativas reales de conexión y reconocimiento fuera de las pantallas.

Durante los funerales de las adolescentes, familiares y amigos realizaron ceremonias íntimas. En uno de los casos, se invitó a los asistentes a plantar un árbol en su memoria. Un gesto simbólico que invita a reflexionar: así como un árbol necesita cuidado constante para crecer, la presencia digital de los jóvenes también requiere acompañamiento continuo.

No se trata de culpar, sino de construir colectivamente espacios digitales más seguros y conscientes. Cada “me gusta”, cada reto, cada video compartido tiene un impacto real. Y como sociedad, no podemos mirar hacia otro lado.

Los retos virales pueden parecer inofensivos, incluso divertidos… hasta que no lo son. Esta tragedia nos recuerda que, en la era digital, la educación no termina en el aula ni en la casa: también se extiende a las pantallas.

Acompañar, dialogar y educar en ciudadanía digital es hoy un acto de amor y responsabilidad. (Sam García)